A ti me dirijo,
reina de los mares,
que iluminas sin luz
a estos cuerpos diminutos.
Esa mirada
que aviva las mareas,
que rompe corazones
y que conoce bien
nuestro azar futuro.
Sola, dueña de
la noche y
espía del día,
¿qué temes?
¿qué pena es la
que te aflige?
Qué decirte, amiga mía
de todo cuanto siento.
Orgullosa de un mundo que
luchó tanto por sobrevivir
ahora en mí, la soledad
me invade, me duele.
Mi ser padece,
se estremece, se resiente
por este próximo devenir.
Y en esta frontera de
ansiado horizonte,
las puertas se cierran,
los relojes se paran.
Veo miedo, dolor,
fuego y rencor,
mortales cenizas,
vestigios arruinados,
gritos ahogados,
seres condenados
a rezar como fantasmas
sin forma, sin materia,
sin sombra...Huérfanos.
Centinela de vuestras
causas y consecuencias,
te puedo hablar
de un vago recuerdo,
de una inútil historia
sin rumbo ni destino,
de un ir sin retorno.
De una triste sonrisa
que se anima
por un falso cantar.
De un oro que
ambiciona el poder,
traiciona la alegría,
la honradez, el valor,
el amor y el corazón.
Y nada vuelve,
la sangre no corre,
toda sed perece...
Yo soy la luna
desierta y envidiada,
espectadora del tiempo,
del fin, de la muerte,
de aquel algo
que quiso ser alguien
y solo es alguien el
que ama.
Yo soy el testigo
de la furia,
tormenta y castigo
de vuestro ego.
La musa de
vuestros sueños
y el anhelo
de los vivos.
La inspiración
para los sabios
y la víctima
para los falsos.
Yo soy un mundo
que no empieza ni acaba,
que ve, pero calla,
que llora, aunque sin alma,
pero que ayer fui algo,
y ahora soy alguien
porque...,
solo es alguien,
el que ama.